sábado, 8 de octubre de 2011

psicología: El Complejo de Edipo; desmitificando un mito.


   La historia de Edipo, mitología o leyenda, fue incorporada al teatro trágico griego. Los psicólogos de la escuela de Freud han deducido múltiples consecuencias, generalmente embrolladas y arbitrarias.
   
     El término Complejo de Edipo (y su paralelo menos popular, Complejo de Electra) se ha echado a andar y se lo menciona con significaciones tan vagas como amenazadoras. Es lo que sucede siempre cuando una hipótesis científica entra en el campo de la vulgarización o de la literatura.

     Lo esencial de la tradición es que Edipo, príncipe a quien su padre trata de hacer asesinar de niño porque el augurio le ha dicho que lo hará matar cuando crezca, se salva de esa muerte, vuelve a su reino, donde su madre, que ha enviudado, se ha vuelto a casar.
    
     Edipo sin conocer su real origen, mata a su padrastro y se casa con su madre, cuando conoce la verdad se arranca los ojos y la tragedia griega sigue su curso tremendo.

    Tengamos en cuenta que los conceptos freudianos surgen en medio de una sociedad burguesa, victoriana e imperial, que él pudo estudiar y nada más que a ese marco. Esto debo señalarlo con cuidado porque se ha hablado con insistencia del famoso complejo como de un fenómeno universal; no hay tal, lo que encuentro en los estudios antropológicos serios demuestran que en sociedades en las que la familia está constituida de modo diferente, las famosas relaciones edípicas deben ser revisadas
   
    ¿Qué es, pues, necesario comprender? Nada demasiado complicado ni tremendo. Veamos: en el juego familiar habitual es   común, aunque no absolutamente constante, que la madre sienta una predilección cariñosa por el hijo varón y el padre lo experimente por la hija mujer. Como regla estos sentimientos son correspondidos; aunque no siempre es así. Ello no entraña de ninguna manera una relación anormal.

    Los problemas suelen aparecer cuando sobre esa base sentimental se edifica una conducta dominante o posesiva. La madre no se limita a tener predilección por su hijo sino que pretende controlarlo. Naturalmente, todo esto sólo tiene efecto si el hijo "edípico" no ha madurado lo bastante como para colocar a la madre en su real situación de persona querida, pero no intrusa o dominante.   

     La situación simétrica se cumple en la mujer que no se casa porque no hay ningún hombre como su padre. El planteo profiláctico es claro: los padres deben cuidar y proteger a sus hijos en la medida exacta que no traben su desarrollo o perturben la plenitud de su individualidad y en todo caso cumplida la pubertad deben dar un paso atrás, acompañando pero no rigiendo la integración sexual y emocional de sus hijos.

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