Se ha dicho que la raíz de la fuerza impulsora de los jóvenes es el existencialismo. Sin embargo, aunque subsisten restos de cierto existencialismo posbélico, la verdad es que los razgos generales de lo patético han sido superados por las ansias de vivir de nuestros jóvenes, por la exaltación de su plenitud física, por el desarrollo socio-económico, por el confort de los medios técnicos.
Pensemos en la libertad de movimiento que hoy tienen los jóvenes para llevar a cabo sus exigencias vitales. Asi mismo en su poder económico, que atrae a la industria y comercio a prestarles tanta atención. Aquel dinamismo alegre de la juventud nos descubren algunos perfiles suyos.
La marea vital y dinámica se expresa, por ejemplo, en la atracción que sienten los jóvenes por la velocidad con modos tumultuosos de vida. Hace poco hubo en Lima-Perú un concierto de rock con uno de los integrantes de los ex Beatles; era la antípoda de la meditación solitaria de un Bach. Los músicos se ríen entre sí, los jóvenes se ríen con los compañeros, el ritmo instrumental obliga al ritmo corporal, las parejas se revelan amorosas, con una libertad que forma parte de la decencia.
La juventud, dándole prioridad a la fantasía y el humor, llega a una especie de alegre ascetismo: una mochila con una muda, una tienda de camping, le bastan. Sobran el peine, la rima, el acorde y buena parte de la filosofía.
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